Blogia
Gabesqui

Jesucristo y el Silencio

Jesucristo y el Silencio Cuenta una antigua Leyenda Noruega, acerca de un hombre llamado Haakon, quien siempre miraba una imagen de Cristo crucificado, esta cruz era muy antigua, a ella acudía la gente a orar con mucha devoción.

Muchos acudían a pedirle a Cristo algún milagro. Un día el ermitaño Haakon quiso pedirle un favor.

Lo impulsaba un sentimiento generoso, se arrodilló ante la cruz y dijo:
"Señor, quiero padecer por tí. Déjame ocupar tu puesto. Quiero reemplazarte en la cruz." Y se quedó fijo con la mirada puesta en ella, como esperando la respuesta. El Señor abrió sus labios y habló.

Sus palabras cayeron de lo alto, susurrantes y amonestadoras:
"Siervo mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición."

¿Cual, Señor? -preguntó con acento suplicante Haakon. ¿Es una condición dificil? Estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda, Señor, respondió el viejo ermitaño.

Escucha: suceda lo que suceda y veas lo que veas, has de guardar silencio siempre.

Haakon contestó: "¡Os, lo prometo, Señor!" Y se efectuó el cambio.

Nadie advirtió el trueque. Nadie reconoció al ermitaño, colgado con los clavos en la Cruz. El Señor ocupaba el puesto de Haakon. Y éste por largo tiempo cumplió el compromiso. A nadie dijo nada.

Pero un día, llegó un rico, después de haber orado, dejó olvidada su cartera. Haakon lo vió y calló. Tampoco dijo nada cuando un pobre, que vino dos horas después, se apropió de la cartera del rico. Ni tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró ante él poco después para pedirle su gracia antes de emprender un largo viaje. Pero en ese momento volvió a entrar
el rico en busca de la bolsa. Al no hallarla, pensó que el muchacho se la había apropiado.

El rico se volvió al joven y le dijo iracundo: ¡Dame la bolsa que me has robado!

El joven sorprendido, replicó: ¡No he robado ninguna bolsa! ¡No mientas, devuelvemela enseguida!

¡Le repito que no he cogido ninguna bolsa! Afirmó el muchacho.

El rico arremetió, furioso contra él. Sonó entonces una voz fuerte:

¡Detente!

El rico miró hacia arriba y vió que la imagen le hablaba, Haakon que no pudo permanecer en silencio, grito defendió al joven, increpó al rico por la falsa acusación.

Este quedó anonadado, y salió de la Ermita. El joven salió también porque tenía prisa para emprender su viaje.

Cuando la Cruz quedo a solas, Cristo Se dirigió a su siervo y le dijo:
Baja de la Cruz. No sirves para ocupar mi puesto. No has sabido
guardar silencio"

"Señor, - dijo Haakon - , ¿Como iba a permitir esa injusticia?"

Se cambiaron los oficios. Jesus ocupó la Cruz de nuevo y el ermitaño se quedó ante la Cruz.

El Señor, siguió hablando:

"Tu no sabias que al rico le convenía perder la bolsa, pues llevaba en ella el precio de la virginidad de una joven mujer;

El pobre, por el contrario, tenia necesidad de ese dinero e hizo bien en llevarselo;

en cuanto al muchacho que iba a ser golpeado, sus heridas le hubiesen impedido realizar el viaje que para el resultaria fatal. Ahora, hace unos minutos acaba de zozobrar el barco y el ha perdido la vida.

Tú no sabías nada. Yo sí. Por eso callo."

Y el señor nuevamente guardó silencio.

Muchas veces nos preguntamos ¿por que razón Dios no nos contesta?

¿Por que razón se queda callado Dios? Muchos de nosotros quisieramos que él nos respondiera lo que deseamos oir... pero, Dios no es así

Dios nos responde aún con el silencio... Debemos aprender a escucharlo.
Su Divino Silencio, son palabras destinadas a convencernos de que él sabe lo que esta haciendo.

En su silencio nos dice con amor.
¡CONFIAD EN MI, QUE SE BIEN LO QUE DEBO HACER!
"El Silencio vale Oro, y si va acompañado de una sonrisa, vale mucho más, a veces se conoce más a las personas por sus silencios, que por sus palabras"

1 comentario

ROSARIO -

Que bonito articulo, lastima que aveces no nos aguantamos las ganas de quedarnos callados y desafotunadamente yo soy una de esas personas, pero si que hace reflexionar por que aveces en lugar de reparar el daño lo dañamos mas.